Es uno de los grandes paisajistas del Arte de los Argentinos. Russo es un pintor nómade, un hombre al que le gusta viajar y en ese transitar por diferentes geografías toma apuntes, se documenta y luego con una paciencia oriental trabaja las obras en su taller de Vicente López, provincia de Buenos Aires.
Las obras de sus primeros diez años de labor, seguían las pautas en boga y transitaron el camino de la abstracción; hacía una pintura descarnada que me hace acordar a la obra de Gertrudis Chale. Pero un día sobrevino la crisis, destruyó toda su producción y se alejó de la pintura. Cuando retomó los pinceles, inició una nueva etapa y comenzó a pintar el mundo que lo rodea tal como su especial sensibilidad y sus ojos lo ven. Dice el artista: “Para pintar un paisaje, necesito vivenciarlo, verlo desde adentro, solo así puedo captar su identidad, el carácter de cada lugar”.
Compré mi primer cuadro de Norberto Russo cuando contaba con 15 años, fue en la Galería Bodo, y desde 1992 me he dedicado a difundir su obra. Siempre me ha cautivado la paz y serenidad que trasmiten las obras de Norberto y la presencia tácita del hombre, es decir nos muestra a la naturaleza modificada por el hombre pero sin la presencia de su figura.
Su estación predilecta es el verano, la época en que nuestros cielos ofrecen la máxima intensidad lumínica, ha recorrido la Argentina de norte a sur rescatando en su pintura nuestro paisaje.
Sus obras no reflejan soledad, como podría argumentar algún espíritu melancólico, sino tan sólo momentos de paz, tranquilidad y calma, como un momento de meditación, su obra es el reflejo de su constante búsqueda y preocupación por respetar la atmósfera y el silencio de los lugares que elige para plasmar su creación. La quietud de sus escenas también llevó a algunos críticos a calificarlo de artista metafísico.
Trabaja con igual maestría el óleo y la acuarela donde logra las más sensibles trasparencias. Con técnica impecable y paleta diáfana en la que los blancos tienen protagonismo, recrea la luz en todo su esplendor, logrando climas intensamente poéticos.
Norberto “pinta su aldea y pinta el universo”. En sus obras la sensación es que el tiempo está detenido, no hay presencia humana pero se deduce que hay gente viviendo adentro del rancho… No es un pintor realista, ya que no trabaja con el modelo enfrente sino con la documentación que ha obtenido en sus viajes y es de producción muy reducida.
Ejerció la docencia en la Escuela Nacional de Bellas Artes por más de 20 años en la cátedra de pintura y lleva realizadas más de 40 exposiciones individuales.
A los artistas no les gustan los calificativos ni que los encuadren dentro de un movimiento pero sin duda la obra de Norberto es una figuración poética y algunos podrán ver y equivocarse al hablar de realismo, pensando que él no modifica la naturaleza que representa, cuando sí lo hace. Para Russo la naturaleza está al servicio del artista y no el artista al servicio de ella.
Escribió Rafael Squirru: “la personalidad de Norberto Russo es pausada, tranquila, no estridente, Russo parece no tener prisa, quizá porque sabe como Degas que en materia de arte nunca se llega… un alma cristalina que nos regala paz, un ojo de águila que nos enseña precisión”.