Hijo de un inmigrante italiano y una criolla cordobesa, Mario Darío Grandi nació en Buenos Aires, el 28 de octubre de 1918. Pensaba que “en el arte los conocimientos se van pasando de un artista a otro como una antorcha encendida”. Por eso odiaba la palabra autodidacta; y aunque no hizo estudios regulares, salvo sus clases con Lino Enea Spilimbergo en el Instituto de Artes Gráficas, que siguió durante algunos meses, reconocía su deuda con todo el arte que lo conmovió: Greco, Watteau, Matisse, y su venerado Amadeo Modigliani.
En 1941 realizó su primera exposición en el Teatro del Pueblo, y se casó con Julia Rebollo, su amorosa compañera, modelo de tantos trabajos inspirados. Siguió luego una muestra en galería Müller que entusiamó al prestigioso crítico Julio Payró. Durante doce años vivió en el barrio El Observatorio, de Córdoba. Campesinos melancólicos y muchachas de estilizadas formas modiglianescas pueblan su pintura de este periodo y recuerdan también a Raúl Soldi.
De regreso a Buenos Aires, obtuvo el Primer Premio en el Salón Nacional de 1954. Expuso en las galerías Bonino y Van Riel, en los salones oficiales, escuelas y sociedades de fomento.Todos los ámbitos eran propicios para acercar su obra al público, y lo hizo mediante 98 exposiciones. Participó en las Bienales de Méjico (1951), y San Pablo (1957) y en la Exposición de Arte Sacro de Roma (1961).
Con los años su pintura se fue haciendo más amable, sus temas más universales. El amor, la mujer, el tango, el teatro, fueron los motivos constantes que fue articulando en series: la Comedia del Arte; los balcones, los compadritos; los desnudos; las naturalezas muertas; y los paisajes de Paso del rey, la Boca y el riachuelo.
Fue ilustrador y grabador, hizo cerámica y cartones para tapices. Pintó óleos, témperas, acuarelas, y consagró al pastel gran parte de su obra. Esta difícil técnica, preferida por Fantin-Latour, Degas y Renoir, tuvo en Grandi a un maestro indiscutido. Lo trabajaba a punta de lápiz, fijándolo en capas sucesivas, que superponía una y otra vez, hasta dar con el tono y la calidad buscada. Pintor de color refinado y translúcido, de las formas onduladas y el arabesco. Nunca buscó reproducir la realidad, sino plasmar, “el recuerdo del recuerdo de una sensación”.
El 20 de abril de 1971, la muerte lo sorprendió camino a su casa en Paso del Rey (Moreno). Tenía sólo 52 años.
Creador de un mundo encantador, poblado de criaturas etéreas, Mario Darío Grandi buscaba a través de su obra, brindar paz y amor a la humanidad. Poesía, calidez y pureza formal, son las virtudes que definen la pintura de este gran maestro del Arte de los Argentinos.