Los elementos cotidianos que lo rodean se convierten en protagonistas absolutos de las obras de este artista que no deja de sorprendernos: bolsas de la librería del Museo Metropolitano de New York alcanzan medidas insólitas; platos y tazas de loza rotas se convierten en “restos de un naufragio” y los limones llevan marcas de ta-te-ti. Sin duda Fabián La Rosa tiene algo para decir, y su mensaje nos moviliza, de una forma u otra.
Vivió, en temporadas alternadas, en San Martín de los Andes y en Buenos Aires. Su alma de artista encontró caminos de comunicación en la música (a través de algunas bandas de rock que formó) y en la pintura, a la cual está plenamente abocado en la actualidad.
Pasó su infancia en el porteño barrio de Villa Devoto, junto a sus padres y 4 hermanos varones. El dibujo era uno de sus entretenimientos favoritos, y desde pequeño demostró una habilidad especial. Recuerda que las revistas de historietas y los comics fueron su fuente de inspiración para crear y recrear sus personajes: villanos y superhéroes, sheriff y cowboys, terrícolas y marcianos…
Cuando contaba 13 años, nos cuenta Fabián, le gustaba también jugar al fútbol y su fanatismo por la música lo llevó a armar su propia banda de rock. Sus dibujos plasmaban ahora estas pasiones: jugadores haciendo goles o pases fantásticos e incluso los diseños de las tapas de los discos de rock, que soñaba grabar algún día. En la tapicería del padre se familiariza con las herramientas y las tareas artesanales.
En 1986 se muda con la familia a San Martín de los Andes, buscando nuevas oportunidades laborales. Fabián, con 16 años, pronto gana fama en el pueblo como “letrista”, profesión que hoy cayó casi en desuso, porque los carteles se imprimen con computadora. Al poco tiempo abre un estudio gráfico dónde, con éxito, hace trabajos para distintas agencias de publicidad.
La pasión por el arte se hace día a día más fuerte, y junto a su hermano Martín (dos años menor) deciden emprender este camino. En 1992 exponen sus obras en el Centro Cultural Amankay de San Martín de los Andes. Son obras de elaborada factura y cierto carácter onírico que tienen favorable acogida. Fabián comienza a vender sus trabajos en hoteles, recibe encargo de retratos y poco a poco, abandona sus actividades gráficas.
Luego de dedicar 3 años a la música, en 1998 retoma la pintura con un estilo renovado. Desde entonces su crecimiento como artista fue aumentando día a día.
Radicado en Buenos Aires desde hace dos años, realizó las obras que actualmente presenta en Colección Alvear de Zurbarán, su primera exposición individual en nuestras salas.
Sus pinturas, hechas con un oficio fabuloso, reflejan una serenidad extraordinaria. Objetos cotidianos, mirados con un ojo agudísimo afloran en composiciones mágicas. El realismo llevado a sus máximos niveles del arte contemporáneo aparece en sus frutas y elementos sencillos de la vida diaria. Algunas veces se permite agregar pequeños detalles enigmáticos que atrapan y a la vez desconciertan al observador.